miércoles, 11 de abril de 2012

Como afecta la delincuencia en la Juventud


Delincuencia   Juvenil





La  delincuencia Juvenil  es  una  problemática   global, no solo  se 
trata de un problema de las sociedades contemporáneas, sino  que  también  
a lo largo de la historia y en diversas culturas, han  surgido  movimientos   
juveniles originados por distintos  procesos los que tomaron matices 
diferentes o modalidades de expresión particulares, estrechamente   
relacionados con las necesidades y circunstancias   especiales  del contexto   
donde  se desarrollan. 
 Al hablar  de   los  inicios  de  este fenómeno  en  1815  se  empezó  a   
mencionar   sobre delincuencia juvenil  con motivo de una  condena  que se  
impuso en Old Baley,  Inglaterra  a cinco  niños  a quienes   se encontró 
merecedores   de la  pena  de muerte, era   evidente  que algo  no marchaba 
bien  y que no podían   sujetarse  a los niños   a igual condena  que  a los  
adultos. 
   
 Entre  los años  treinta y cuarenta aparecieron  en  Estados Unidos  y 
en México  los  Pachucos. 2  
 Este movimiento  se  originó  como  consecuencia  de los  procesos  
migratorios  de  población Mexicana   hacia  Estados   Unidos  a  través  de 
los cuales  se  desencadenaron  una serie de  discriminaciones  raciales 
hacia  los nuevos   pobladores. La  reacción  de las  y los  jóvenes   fue una  
especie  de rebeldía,  como parte  de   una  conducta   defensiva,  que los 
llevó a  agruparse en pandillas de barrios  integrados    por jóvenes    
mexicanos, o hijos e hijas   de mexicanos,  nacidos en  Estados Unidos. 
 Más recientemente  a  mediados  de   los  años   setenta   aparecieron  
también  en  Estados  Unidos Pandillas  juveniles denominadas   CHOLOS, 
las  cuales  se  extendieron por algunas ciudades   especialmente  en el  
estado  de   California   y también   por ciudades  mexicanas   grupos  de  
adolescentes hijos de inmigrantes mexicanos, por lo general  desempleados  
o  subempleados se organizaron  en pandillas   para poder   sobrevivir   en 
un contexto   de  pobreza   e ilegalidad. 
 Entre los  movimientos más conocidos  en  estados Unidos y América   
Latina  se pueden  mencionar los siguientes: Los Gangs  en Estados  
Unidos  y Belice;  las  MARAS   en El Salvador , Guatemala   y Nicaragua; 
las  barras  o chapulines, en Costa Rica;  los  Gamines  en Colombia; las  
colleras en  Perú; las  Ganzas  en  Brasil ; las  Patotas  en Argentina. 
 En algunas  ciudades  alcanzaron  magnitudes   sin precedentes, por 
ejemplo, en  Medellín  Colombia   se han registrado  seiscientas pandillas, 
en el distrito Federal de México mil quinientas aproximadamente, en la  3  
ciudad  de  Belice   con tan  solo   ochenta mil habitantes  hay once  grupos   
de pandillas,  de las  cuales   surgen   nuevas  fracciones. 
 En El Salvador, desde finales  de la  década   de los ochenta, el  
fenómeno  de organización y  socialización  de la  juventud   acentuada   en 
los estratos  de bajos  ingresos   ha   adoptado  la forma   de  pandillas, 
denominadas  MARAS,  de las cuales  surgen   grupos  conocidos   y bien 
establecidos en rivalidades como  son la MARA  SALVATRUCHA, 
denominada   (MS x  13), LA   MARA  DIECIOCHO  (M 18), y   otras   no  
tan  notables como éstas. Las  cuales   proliferan   en zonas   caracterizadas   
por la alta  densidad  poblacional, la  mala  dotación  de servicios   básicos  
y los  bajos   niveles  de  ingreso   en los Hogares. 
 Según Marcela  Smutt,  Jenny Lissette Miranda (1998): Las  
primeras  noticias mínimamente  documentadas de maras  que puedan  
considerarse  sus  antecedentes, aunque no coincidan exactamente con las 
características  de las  actuales, son  las maras  estudiantiles que  
aparecieron en 1959. En ese entonces  estaban compuestas  por  alumnos  
de  colegios  en las  que  se forjaban  las actuales  élites  de dirección  
empresarial  y política  como el externado  San José,  Liceo Salvadoreño  y 
Colegio García  Flamenco. Los  alumnos   de estos  colegios   se 
provocaban  y enfrentaban  en la calle   a causa de los  resultados  de los 
partidos de basketball  en los  que  participaban. Sus  rivalidades  no 
pasaban  de simples  encuentros  callejeros  sin  consecuencia   relevantes. 4  
En términos   generales  siempre  existieron  grupos  de amigos  o 
vecinos que  se reunían  al final  de los pasajes  de las  colonias, en las  
gradas  de  las  casas  o en predios  baldíos  aledaños a sus  domicilios  a 
jugar. 
Según  documentación  existente muestran que  en diciembre  de  
1979, la  Unidad del Cuerpo de Menores, hoy parte del Instituto  
Salvadoreño  de Protección  al Menor,  trató  253  casos  de niños  y niñas  
relacionadas  con  vagancia,  prostitución, mendicidad, deserción escolar,  
toxicomanía, víctimas  de  daños  físicos por adultos,  abandono moral y 
material y otras actividades  que ponen en peligro   al menor. En esta  
fecha   todavía  no se  mencionaba  a los   grupos  de maras  como  causa  
de  atención de las  instancias  relacionadas   con la protección  de  los 
niños. El tema   aparece tratado específicamente  a  partir   de 1990  en un 
artículo  periodístico titulado  “Las  maras,  una  nueva maldición  
aparece”  en el que  se describe como  grupos de  niños armados, proclives  
al delito y no simplemente  al ladronismo. Hasta  fines  del   conflicto 
bélico, el tema  de las maras  no tenía  gran  relevancia   en la  opinión  
pública, siendo  hasta el principio de la  presente  década  que cobró  un 
inusitado valor. Desde entonces el problema no ha  cedido; por el 
contrario, ha  ganado complejidad  y hasta   peligrosidad. Desde entonces   
la  fiscalía  general  de  la  República  cuenta con  un registro  que en el 
país existían  hasta la fecha   263  pandillas   de jóvenes,  de   las cuáles   
185 se ubican  en la  ciudad  capital. 5  
 Estas  pandillas son un hecho social preexistente al proceso   de 
transición   política  iniciado  con la  firma  de los Acuerdo  de   Paz en  
1992. 
 La década de los  90 ha perfilado  a las maras  como el más 
importante y complejo   fenómeno  cultural  generacional  que haya   tenido  
el país. 
 Según Carlos G. Ramos (1997),  el elevado número  de jóvenes   
involucrados  en esta forma  de organización  y socialización juvenil,  así  
como su presencia  extendida  por todo el territorio  nacional han  hecho  
de este fenómeno   y de las  formas   de violencia  que  el mismo  comporta 
una  parte integral  de la  cotidianeidad  de los  salvadoreños. 
 Una gran   proporción  de la población salvadoreña   percibe   el 
fenómeno   de las  pandillas  como sinónimo de la  delincuencia  juvenil,  se  
estigmatiza  a las  y los  jóvenes  pandilleros como delincuentes  y  a sus 
familiares  como los  principales causantes  de la delincuencia por diversos  
factores.  Probablemente  estas  pandillas les ofrece  a los  adolescentes   la  
posibilidad  de ser parte  de  sentirse incorporado  a un grupo social  donde 
comparten  valores  representaciones  y lenguajes. 6  
 Es muy  habitual  escuchar  a  ciudadanos, a comunicadores sociales  
y también   a representantes  de instituciones referirse a jóvenes   miembros  
de las pandillas  como delincuentes juveniles,  etiquetando    dentro  de  
esta categoría una multitud  de  conductas  de muy diversa  índole  que 
afecta   a los  jóvenes en situación de riesgo social, criminalizando a esta 
población  vulnerable. 
  Según estudios realizados en el Instituto Universitario de  opinión  
pública UCA -IUDOP (1996). El porcentaje de  salvadoreños que  percibió  
el problema de las MARAS y la delincuencia como el principal   problema  
del país alcanzó casi el  65%  esto constituye  la más  alta proporción de 
respuestas asignadas  a estos temas en la  historia   de  las  encuestas 
realizadas  por dicho instituto.  Sin embargo al compararse  el mismo  
sondeo  de opinión  con medición  hechas en años   anteriores, se  refleja 
que el porcentaje de las familias víctimas de hechos  delincuenciales  había 
disminuido. 
 Estos resultados  inducen  a  considerar   que lo que había   crecido  
para 1996  no  es  en si  la delincuencia, sino más  bien  la  percepción  que  
la ciudadanía posee de la delincuencia y del incremento de las  
modalidades   de violencia. 
 La percepción  de las pandillas   juveniles  en  cuanto tal tienen   una 
historia  y no solo en las formas de expresión del fenómeno  en los términos   7  
del crecimiento de una condición particular que se refleja  en el incremento   
de  violencia  en el país. 
 En 1995 la actividad  policial dirigió buena parte  de  sus esfuerzos   
a la  contención  de las  maras utilizando  medios que en muchos casos  
excedieron atribuciones  legales   en  el mantenimiento  del orden   y se  
reflejan  una especie  de aversión hacia los jóvenes  involucrados   en 
pandillas. 
 Durante  este  mismo año, se  aparecieron  en el  escenario  Socio- 
Político   estructuras  paramilitares  de eliminación  de  pandilleros   y se  
sucedió  una  serie de asesinatos de “delincuentes” pertenecientes  a maras  
realizados por un grupo clandestino  autodenominado “ La Sombra 
Negra”. 
 Durante 1996 el gobierno  de El Salvador   promovió  una  campaña   
antidelincuencial,  que tuvo como  resultado  la  aprobación  por  parte  de 
la Asamblea  Legislativa  la Ley de  Emergencia  contra la  delincuencia y 
el crimen   organizado  y da  el  primer   paso para reimplantar  la pena   
de  muerte   en el país. 
 Según  Carlos G. Ramos  (1996):  En  definitiva,   reforzadas  por  
una errada   percepción  del   fenómeno, las  tendencias  autoritarias  en el  
abordaje  práctico  de las  maras   terminaron   induciendo  un mayor  
margen  de incertidumbre  a la  transición, pues la   inclinación  de  8  
abordaje  de este fenómeno   generacional   como un  problema   de  
seguridad   pública, condujo   al desarrollo  y reproducción   de formas   de  
violencia   contra   los  jóvenes, peligrosos  para  la  construcción  de una 
convivencia   ciudadana  más tolerante. 
 Las  pandillas    juveniles   enmarcadas   dentro  del contexto   de la 
delincuencia juvenil debido a sus características propias se ha manifestado,  
a lo  alargo de la historia como  un fenómeno de violencia   social - urbana, 
muestra de ello es la expansión   que ha  tenido durante   los  últimos  años  
no solo   en El Salvador;  sino también   a nivel  mundial. 
 Lamentablemente en El Salvador  no se cuenta con un registro   
detallado de  indicadores que den cuenta  de la  magnitud  del fenómeno  en 
el pasado,  de su desarrollo y de su  dinámica reciente. Sin embargo  la   
evolución del comportamiento de los jóvenes en los últimos  años ha  
tomado  proporciones   alarmantes  y tiende a  seguir  expandiéndose   a tal 
grado   de ser considerado El Salvador como uno de  los países   con mayor  
violencia    a nivel  mundial. 















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